El dolor ocupa un lugar importante en los objetivos de cualquier fisioterapeuta. Aliviarlo o controlarlo son propósitos frecuentes en las terapias, pues constituye uno de los motivos de consulta más comunes.
Entender el procesamiento del dolor puede ayudarnos a interpretar con más precisión las respuestas de nuestros pacientes ante este síntoma. Hay sujetos que inhiben su actividad motora y otros en los que la percepción dolorosa es mucho más intensa que en otros. Para entender estas diferencias, es necesario conocer que, respecto al dolor, el sistema nervioso central, procesa dos tipos de información principalmente. Por un lado, la información discriminativa, que hace referencia a las características somatosensoriales del dolor (ubicación, intensidad y calidad del dolor) es transmitida a través de los haces espinotalámicos (sistema anterolateral). Estás vías dirigen la información a las áreas somatosensoriales de la corteza cerebral. Por otro lado, la sensación dolorosa tiene un componente afectivo-motivacional, que señala la cualidad desagradable de la experiencia y permite la activación autónoma que sigue a un estímulo doloroso. El aspecto afectivo-motivacional del dolor está mediado por proyecciones separadas del sistema anterolateral que hacen sinapsis con neuronas de la formación reticular bulbar y del núcleo parabraquial (protuberancia) para emitir proyecciones hacia la amígdala, el hipotálamo (información vinculada con motivación y afecto) y la sustancia gris periacueductal (modulación del dolor). Los haces que conducen el componente afectivo-emocional continúan hasta el tálamo donde hacen sinapsis para proyectar la información hacia distintas áreas corticales relacionadas con la percepción desagradable de la sensación dolorosa. En concreto, la ínsula, la corteza cingulada y las cortezas orbitofrontal y prefrontal dorsolateral.
En la Ínsula, como su nombre indica, se trata de una isla, un área circunscrita en la cisura de Silvio, no visible en la cara externa del cerebro, al estar cubierta por otras regiones corticales que se superponen. Estas áreas superpuestas se llaman opérculas y forman parte de los lóbulos frontal, parietal y temporal. La Ínsula, concretamente las zonas posterior y media, se ha relacionado con el procesamiento del dolor agudo.
Las cortezas orbitofrontal y prefrontal dorsolateral, localizadas en el lóbulo frontal, se encargan de procesar la información nociceptiva con un carácter crónico. Además, se las relaciona con el valor afectivo negativo de un estímulo doloroso. Así mismo, se piensa que la respuesta a una experiencia dolorosa crónica puede codificarse en esta región.
Por último, la corteza cingulada, localizada en la profundidad de la corteza, próxima al cuerpo calloso, se relaciona con la atención anticipada hacia los estímulos dolorosos salientes o con la selección de la respuesta e inhibición motora ante el dolor. Además, a esta estructura se le atribuye la función de codificar cómo de desagradable es el dolor, es decir, de cómo lo calificamos.
De esta manera, en el procesamiento del dolor existe una clara implicación de estructuras corticales que se relacionan con el análisis cognitivo, con la atención que prestamos a un estímulo y con las conductas que realizamos en respuesta al dolor. Por tanto, las intervenciones de educación basadas en neurociencia, que tratan de explicar el procesamiento del dolor, son una intervención útil para modular el dolor ya que, hacen partícipe y consciente a la persona de cómo ciertas actitudes catastrofistas, de miedo-evitación o hiperatencionales, no hacen más que alterar y agravar el procesamiento cortical del dolor.
Los fisioterapeutas debemos conocer el sustrato neuroanatómico y neurofisiológico de lo que estamos abordando en nuestros pacientes. Es importante disponer de este conocimiento, pues aporta sentido al trabajo que llevamos a cabo y nos permite educar a nuestros pacientes.
Referencias o lecturas.
Cuenda-Gago JD, Espejo-Antunez L. Efectividad de la educacion basada en neurociencia en el abordaje del dolor cronico musculoesqueletico [Effectiveness of education based on neuroscience in the treatment of musculoskeletal chronic pain]. Rev Neurol. 2017;65(1):1-12.
Purves, Dale. Neurociencia. 5a. ed. –. Madrid: Médica Panamericana, 2016.